Manzana 66: las buenas intenciones no siempre provocan buenos resultados

Diseñada por el Gobierno y los vecinos, la Manzana 66 aportará, en una de las zonas con mayor déficit de parquizado (aproximadamente, 0,38 m2 de espacio verde público por habitante), más de diez mil metros cuadrados de espacio verde a la Comuna 3. Además, uno de los espacios estará destinado a la construcción de la Escuela de nivel inicial N°10 D.E. 6.

—Ministerio de Desarrollo Urbano del GCBA (Fuente)

Buenos Aires sufre hace décadas un déficit de espacios públicos. Para peor, éste incrementa en las zonas más densas. Afortunadamente, tanto los vecinos como la gestión del GCBA están intentando llevar a cabo planes para solucionar esta problemática… pero no de la mejor manera posible.

En la manzana denominada por el catastro oficial como la número 66 de la Ciudad de Buenos Aires, a partir del 2010 se llevaron a cabo una serie de demoliciones por parte de un mismo grupo de inversores. Hacia el 2014, éste grupo había logrado el total de las demoliciones y contratado al grupo de arquitectos Bodas, Miani y Anger para el diseño y construcción de un estadio para 18 mil espectadores. Los vecinos, entonces, decidieron acudir a la justicia, la cual les permitió detener el emprendimiento. Durante esos años, los dueños de la manzana establecieron unas canchas de fútbol que estuvieron en funcionamiento hasta el 2017, cuando la Legislatura aprobó la expropiación del lote para la creación de un parque y un establecimiento educativo.

La nueva plaza del barrio de Balvanera es promocionada como si de un edificio de Belgrano fuera, con amenities incluidas: la oferta de juegos didácticos infantiles, mesas de ping-pong, estaciones aeróbicas, un circuito para atletismo, una estación saludable, una estación verde, Wifi y cámaras de seguridad. Pero, creo que sin dudas lo peor de todo esto pasa —como triste constante en los desarrollos del GCBA— en la estética.

m66_03_180418_0.jpgAnteproyecto de la Escuela N°10 D.E. 6 de nivel inicial, de estética no por menos cuestionable y de calidad de diseño altamente dudosa.

Más allá del triste diseño de la Escuela N°10 D.E. 6 de nivel inicial, y cuya elección estética espero (en vano) que sea repensada, su inserción es claramente necesaria en un contexto donde la educación pública parece no ser una prioridad del gobierno de turno. Más que un jardín de infantes, parece una cárcel diáfana, blanca y moderna. Pero el diseño de las escuelas de la ciudad de Buenos Aires jamás logró una armonía que se despegara de la ideología del panóptico ni de las mismas retóricas introducidas de manera muy similar en los penales de Caseros o Marcos Paz, por lo tanto esto no me sorprende.

El problema más divertido creo que es, sin embargo, el relacionado con el paisajismo. En la misma ciudad donde supimos albergar al polímata excepcional de Charles Thays, quien nos dejó el legado de paisajismo urbano más importante de la historia (al mismo nivel que el de Burnham en Chicago o el trabajo de otros de sus contemporáneos en París y Madrid), decidimos sistemáticamente eliminar todo vestigio no sólo de su estética sino de su funcionalidad. Por esto, quiero que analicemos no con mucha profundidad, sino con un golpe de vista, el diseño de esta plaza.

biaar_1532466473_M66-Contexto-1024x808.jpgProyecto del GCBA para la Manzana 66

El espacio central se basa en un dibujo del artista Pablo Siquier, hecho en un solado de piedra enresinada, con sólidos de césped bermuda. El dibujo es estéticamente admirable, quién soy yo para criticar a un artista con mayor trayectoria y experiencia que yo… pero aquí no puedo evitar agarrarme del discurso funcional para decir: ¿Pablo Siquier, junto con la totalidad del equipo del Ministerio de Desarrollo Urbano, jamás cruzó una plaza en sus años de vida? Nadie pide un sistema simétrico y axial aburrido como el de la plaza cívica común y corriente de pueblo del interior, ni un sistema de senderos rebuscado como el de Plaza Holanda… pero estos patrones no provocan más que un andar ansioso y rebuscado, que no me permiten desviar mi pensamiento del hecho de que cruzar esta plaza por esos senderos debe indudablemente tomar el doble o triple del tiempo del que debería.

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En esta imagen, podemos observar cómo hasta incluso antes de la inauguración la circulación en estos senderos era prácticamente imposible para los jardineros y obreros. Quizá porque en la mente de Siquier, los porteños debemos transitar y caminar de esta manera… una suerte de ideología análoga con la ironía presentada por Jacques Tati en el film «Mon Oncle», crítica del modernismo corbuseriano y cómo éste reglaba a las personas a adaptarse a la arquitectura en lugar de viceversa.

No es necesario ser arquitecto, paisajista o urbanista para darse cuenta de que estos senderos son completamente inviables en una plaza destinada a funcionar como nexo peatonal y articulador del tránsito, pero sí es necesario serlo para llevar a cabo el diseño de una plaza tanto estética como funcional. Claramente los arquitectos García Resta y Torrado no ponderaron la transitabilidad ni el funcionalismo de este espacio, sino otras hubieran sido las propuestas y los resultados. Ante estos arquitectos, su equipo y el GCBA, era mucho más importante presentar un diseño creativo de un artista conocido para aparentar una solución no del todo total a una problemática más seria de lo que ellos creen que es.

Más triste aun creo que es, sin embargo, la falta de árboles. Los renders presentan una plaza llena de vegetación y sombra, pero la realidad muestra otro tipo de evidencias que nos devuelven a las constantes larretistas del concepto equívoco de la vegetación urbana y su inserción inteligente. Centrándonos en el sector diseñado por Siquier, no puedo hacer más que aguantar la respiración y evitar transpirar al imaginarme cruzando esos senderos un lunes al mediodía un día de diciembre, bajo ningún tipo de sombra (natural o artificial, poco importa a estas alturas) y, para colmo, tardando el doble de lo que debería tardar por culpa de mi falta de inteligencia para entender que el humano no debe caminar en línea recta para cruzar del lado A al lado B.

Supongamos que efectivamente la disposición caprichosa de los senderos fue adrede y todos estuvieron de acuerdo en que este sector debía ser uno dedicado al paseo o la promenade tranquila, y que por esto la transitabilidad no debía ser una prioridad sino el andar lento y la pasividad. Hipotéticamente, esto sucedió así. ¿Por qué entonces la zona arbolada es la periférica del lote —la de tránsito supuestamente más ágil— en lugar de esta zona donde uno se supone que debe pasar más tiempo y, por ende, debería estar más protegido de la radiación solar?

Nótese la leyenda «Más espacio verde para disfrutar» y la ironía retórica de la explanada de baldosas de cemento.

Es un hecho triste que, en una ciudad y un área metropolitana con tres universidades públicas y más de una decena de privadas donde existen carreras de arquitectura, urbanismo y paisajismo, la gestión de la ciudad de Buenos Aires siga recurriendo a equipos donde los resultados son constantemente fallidos y muy raras veces justificables. Más triste aun es que, sin dudas, los vecinos que pedían un espacio verde en este lote difícilmente imaginaron una plaza cuyo verde se basa en unos parterre de césped que, dadas las situaciones climáticas de Buenos Aires, terminarán con unos matices amarillentos y requerirán de un mantenimiento constante para evitar su deterioro.

Lamentablemente, esta plaza fue pensada con el pensamiento de satisfacer a los vecinos, pero como si de una molestia se trataran. El diseño deja mucho que desear en cuanto a escala humana, puesto que sin dudas fue llevado a cabo para disfrutarla desde un drone o un balcón cercano. Los resultados se harán evidentes en el futuro cercano, cuando aparezcan senderos lineales de barro y plantas rotas cruzando las estéticas curvas de Siquier y las raíces de los gomeros destruyan las baldosas de cemento. Hasta entonces, permitámonos al menos disfrutar de un avance en cuanto a pulmón urbano consiste, pues si debemos criticar todos los diseños del GCBA, como aproximé anteriormente, no nos quedará otra más que vivir en un estado de frustración constante.