La Casa de Victoria Ocampo en Beccar y su estética

«Empezó antes de mi nacimiento, en 1890. Mi padre fue el arquitecto de la casa y trazó el parque, grande en esa época. Casa y parque se encuentran en las barrancas de San Isidro, a la altura de Punta Chica, a 20 kilómetros de la capital. Hoy, quedan comprendidos en el Gran Buenos Aires. La propiedad pertenecía a una de mis tía abuelas, Francisca Ocampo de Ocampo, y sólo en verano residía allí la familia.»

—Victoria Ocampo. Autobiografía I: El archipiélago. Buenos Aires: Sur, 1979.

Si bien la infancia de Victoria Ocampo no transcurrió de manera sustancial entre las habitaciones barrocas y los jardines exuberantes de la residencia de verano de Beccar, sí podemos afirmar sin dudas que su crianza estuvo rodeada de una estética marcadamente académica y clásica. La jóven Victoria y su familia, tras la edificación de la casa, emprendieron un viaje por Europa que debió haber sumido a la futura ensayista y filántropa en un éxtasis cultural que desataría su labor profesional hoy conocida internacionalmente.

Pero no es casualidad que, como hemos relatado en el artículo anterior sobre Victoria Ocampo y la arquitectura, esta residencia terminara por convertirse en la residencia principal de la polímata y en el símbolo de toda su obra. Podríamos aducir que Victoria, tras sus fallidos intentos amorosos, la influencia de las vanguardias modernas europeas y su experiencia racionalista en Mar del Plata, sintió que alcanzaba su summum modernista tras la concreción de su casa de Palermo Chico. Después de todo, estaba siguiendo todo el «camino modernista»: escuchar a un par de arquitectos que desafiaran a las academias, hacerles caso y así contribuir con una rebeldía innata característica de su persona. Sin embargo, es inevitable afirmar que Victoria inevitablemente terminó por agregar sus propios rasgos al purismo racionalista. Su personalidad, basada en una necesidad fortísima de resaltar la individualidad que la caracterizaba, no pudo quedarse dentro de los límites canónicos de Le Corbusier y Walter Gropius, y podemos ver que —por decisión de ella o de Bustillo, arquitecto a quien encargó la construcción de la casa— no escatimó en la adición de elementos vernáculos o académicos en la arquitectura de Palermo, desafiando al modernismo y terminando por crear un «híbrido ocampista» que, personalmente, considero que es de gran valor para poder cuestionar a la estética moderna.

DSC_4681.JPGVilla Ocampo, desde sus jardines traseros. ©Juan I. Kinder

Victoria Ocampo no pudo soportar vivir en una residencia que ella misma terminó por criticar en sus últimos años. En la década de 1940, trasladó su residencia fija a la casa que había heredado de su madrina. Es de importancia destacar que la situación financiera de Victoria, si bien no crítica, ameritaba que tuviera que vender varias de sus propiedades para sostener su editorial y su estilo de vida acomodado; pero no podemos negar que, si Victoria buscaba rentabilidad, hubiera vendido la casa de Beccar antes que la de Palermo. Razones sobran y la lógica es de sentido común: la casa tradicional de su familia era muchísimo más grande, el terreno era ocho veces mayor y su estética causaba una impresión muchísimo más amigable al mercado inmobiliario que el «adefesio» de Rufino de Elizalde. Pero Victoria decidió vender el adefesio. Uno creería que es por razones afectivas que la casa que decidió conservar fue la que más problemas le podría causar, pero yo me atrevo a agregar que todos los elementos perceptivos relacionados con la estética también jugaron muy a favor de la residencia de la calle Elortondo.

Al mudarse de manera definitiva en 1941, Villa Ocampo era un palacio. Su arquitectura exterior, conservada de manera fiel al día de hoy, implica gestos normandos, holandeses e italianos. Su programa, un racionalismo inglés palladiano y simétrico característico de la época de su construcción. Su arquitectura interior era un monumento al academicismo de fines de siglo XIX: boisserie diseñada e importada desde Francia, empapelados de diseños intrincados y patrones aprobados por la high society de Inglaterra, artefactos eléctricos primigenios de Estados Unidos con finos detalles grabados en metal, todo esto sumado a los muebles, lámparas, alfombras y tapices que decoraban las habitaciones de la mansión de los Ocampo. Tras la mudanza de Victoria, esto cambió.

DSC_4788.JPGVictoria Ocampo mandó a eliminar los empapelados y a cubrir de blanco todas las paredes interiores de su casa, en un intento de modernizar su estética. ©Juan I. Kinder

Victoria eliminó casi todos los empapelados de las áreas comunes, patinó las boisseries y «modernizó» la estética interior de Villa Ocampo. En una obsesión purista de proveniencia corbusierana ineludible, Victoria Ocampo se encargó de transformar la Villa en una vivienda ajustada a los preceptos de la arquitectura moderna, según Le Corbusier y cía. Poco pudo hacer, pues la casa había sido diseñada para justamente servir a una estética superior, y ésta se resistió a los cambios pretendidos por su dueña. Hoy en día, la boisserie blanca sigue manteniendo casi el mismo espíritu que al momento de su elaboración y colocación, y muchos de los empapelados fueron reemplazados por la misma Victoria en vida.

¿Qué pensaba realmente Victoria de la estética de Villa Ocampo? Poco podemos decir. No quiero tampoco adjudicarme la autoridad para poner en su boca palabras que jamás diría. Pero, considerando su posición inicial respecto al modernismo y sus decisiones finales respecto a éste, podemos intuir que Victoria, si bien no lo expresó, se encontró en un reconocimiento inevitable de su error. Así como su postura respecto al Hermann Graf Keyserling fue, en su comienzo, llena de admiración y esperanzas, muy probablemente ocurrió lo mismo tras la decepción que tuvo respecto a este filósofo alemán lo que sintió respecto al modernismo arquitectónico en las líneas puristas.

Decepción sería también lo que tendría Victoria si viera lo ocurrido con su casa tras su muerte. Ya en vida se indignó al haber sido estafada por la UNESCO, cuando la organización pretendió especular con un negocio inmobiliario en la propiedad de Mar del Plata y el mismísimo subdirector de la organización, Jacques Rigaud, visitó el país para solucionar el embrollo. En 1997, el gobierno argentino declaró a Villa Ocampo Monumento Histórico Nacional, mas esto no detuvo la especulación respecto a su existencia, presentándose proyectos para reformar ediliciamente el conjunto para la ejecución de un centro de convenciones —denominado Proyecto Villa Victoria 2000—, lo cual afortunadamente no sucedió debido a la intervención del gobierno argentino y del embajador y sus representantes en Francia, así como gracias a la colaboración de la Asociación Por Villa Ocampo. Dicha asociación se encargó ad honorem del relevamiento de los jardines y de la residencia, de los inventarios de bienes muebles y de la biblioteca de las residencias de Victoria Ocampo, y de la promoción de los eventos culturales que hoy en día se realizan en la Villa. Esto no evitó que la casa sufriera innumerables deterioros e incidentes, el más grave de ellos ocurrido en 2003, cuando un incendio consumió el techo del ala norte y eliminó innumerables elementos de gran valor patrimonial como libros, cartas y muebles.

DSC_4759.JPGEl interior de la residencia se encuentra ambientado de manera aproximada a su estado original. ©Juan I. Kinder

Al día de hoy, afortunadamente, la vivienda no sufrió ningún tipo de vejación. Tras la puesta en valor desde el Estado del conjunto en el año 2008, la casa se mantiene relativamente similar a como era cuando Victoria allí vivía. Muchos de los muebles fueron subastados y vendidos —por no decir saqueados— como denunció Dolores Bengolea (directora de la Fundación que maneja la conservación de la casa) tras el incendio de 2003, pero el espíritu de Victoria se mantiene gracias a la notable labor de la Fundación Ocampo y la colaboración de voluntarios.

Actualmente, Villa Victoria sigue simbolizando el espíritu de una de las más admirables figuras que poblaron nuestra nación. El mensaje de Victoria Ocampo, basado en la promoción de la cultura, la creatividad, el encuentro entre los hombres y la búsqueda de una mejor calidad de vida para todos, en paz y con respeto, se mantiene en una residencia cuya estética acompaña dicho mensaje de manera armónica y afable —querer transmitir estos valores desde una residencia racionalista sería mucho más complicado, después de todo— y tal es su simbolismo que continúa siendo el lugar de encuentro elegido por funcionarios y figuras internacionales para promover el diálogo y la cooperación, tal es el caso de la última cumbre del G20 en Buenos Aires.

La casa es considerada por sus actuales dueños como una «casa viva», una «caja de resonancia de lo que ocurre en la Argentina y en el mundo entero». Frédéric Vacheron, representante de la Unesco y director del Programa Villa Ocampo, asegura que las actividades de Villa Ocampo están orientadas a tocar temas fuertes en la agenda internacional, «especialmente en temas en los que sabemos que Victoria hubiera querido posicionarse, y traer esos temas en la Argentina, que se reflexione y se genere un laboratorio de ideas».

First_Ladies_of_the_G20_in_Villa_Ocampo_03.jpgRecepción y almuerzo de las primeras damas y acompañantes de los jefes de Estado durante la Cumbre del G20 de Buenos Aires de 2018. ©Presidencia de la Nación

Queda claro, entonces, que la estética de Villa Ocampo es imprescindible para tal fin. La residencia de Mar del Plata, en lineamientos victorianos, también cumple funciones similares bajo la dirección municipal del gobierno de General Pueyrredón. ¿Por qué estas viviendas lograron ajustarse a los nobles objetivos de Victoria Ocampo, y no así sus otras residencias de estéticas inferiores que terminaron sucumbiendo ante intereses prescindibles (la vivienda racionalista de Mar del Plata es hoy en día el hotel de un sindicato)? A medida que construimos el relato ideológico y racional de Victoria Ocampo, es insustituible la relevancia de la estética edilicia que acompaña a dicho relato: sin el carácter humano, sensible y realmente internacional (no la mentira insostenible del Style International purista) de Villa Ocampo, difícilmente su legado sería transmisible y sostenible como lo es hoy en día. Y a ella debemos, sin dudas, su conservación.

Como dijimos en el artículo acerca del adefesio palermitano, es en parte gracias a él que hoy en día podemos hablar de un desarrollo arquitectónico. De no ser por la audacia de Victoria Ocampo y sus caprichos, quizá hoy no tendríamos piezas arquitectónicas de inmoralidad estética para criticar y discutir. Después de todo, la construcción colectiva de la arquitectura se hace a través de la puesta en discusión de los puntos de vista individuales. Pero la estética colectiva también se construye con los elementos que la valorizan y le aportan estimación suficiente para resaltar y concretar los fines a los que se la somete. Así como Victoria aprendió de sus errores, quizá también podemos aprender de sus aciertos, y considerar a Villa Ocampo por lo que es, el verdadero símbolo material y espiritual de la fraternidad entre los pueblos, simbolizado y consumado en su estética.

 

 

 

 

 

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