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Soy Juan Ignacio Kinder, estudiante de la carrera de Arquitectura en la Universidad Nacional de la Matanza. Encontrándome en una etapa avanzada de mi plan de estudios, he logrado adquirir cierta capacidad de discernimiento y crítica hacia la disciplina de la arquitectura y todas sus áreas periféricas. Mi formación no está basada únicamente en los conocimientos básicos de la universidad, sino en los que por mi cuenta he intentado adquirir.

He tenido el honor de haber recibido una beca de la Comisión Fulbright en el año 2018, habiendo tenido la experiencia inigualable de estudiar en los Estados Unidos de América, más precisamente en la University of Kansas. Allí pude abrir mi mente y mi conocimiento tanto a especificidades como aproximaciones de la arquitectura y el urbanismo, no sólo dentro del aula sino también fuera de ella. Y fue allí donde decidí la creación de un blog donde pudiera expresar mi punto de vista crítico ante estas vivencias.

Mi experiencia como estudiante me ha demostrado que la crítica arquitectónica suele quedar obnubilada o —a veces incluso— cegada (¿o sesgada?) por intereses personales o comerciales. Se suele simplificar a la crítica como un área de ataque puntual y vacío, casi como para inflar o aguijonear el ego de otros arquitectos o urbanistas. Tal es así que toda crítica que he tenido la desgracia de leer me ha sumido en un sopor incesante en el cual me encuentro leyendo siempre la misma argumentación una y otra vez, como una tortura intelectual. Quizás sea esta la peor evidencia de los síntomas agónicos de la arquitectura en su sentido estético.

Y es por esta estética (aesthetica) que decidí crear este blog. La modernidad ha desafiado a la venustas en un proceso de ataque específico a la expresión académica (podemos justificarlo o no, esa es una opinión totalmente individual y carente de objetividad), pero ha involucionado en una contradicción en sí misma donde la venustas ya no existe. La estética es considerada banal, vacía, incluso ingenua o irracional, ipso facto su eliminación en la racionalidad —supuestamente científica— moderna y su aplicación en nuestros días.

En mi formación personal, la estética es considerada una herramienta ya no poética sino todo lo contrario. Las consecuencias no podrían ser menos evidentes. Podríamos reducirlo al pensamiento vernáculo consistente en «¿para qué voy a hacer algo lindo?» como si algo que pudiera ser estéticamente atractivo fuera inútil o cancelara la firmitas o la utilitas.

Creo firmemente en la relevancia de una estética inteligente en la arquitectura moderna, y en una revalorización necesaria de ésta para una correcta apreciación crítica de la arquitectura. No considero a la estética como una consecuencia de la utilitas o la firmitas, es una casualidad que carece de toda lógica. Y es a través de esta falacia dialéctica que se ha impuesto hace ya un siglo en la disciplina que daré mi opinión.