La Exposición del Centenario: el cénit estético de la historia argentina

Tras siglos de ocupación y vida en sociedad en el territorio de la Argentina, ésta como nación solo vivenció cinco eventos históricos de gran calidad y relevancia estética: la fundación de la ciudad de La Plata en 1882, el funeral y luto público de María Eva Duarte de Perón en 1952, los terceros Juegos Olímpicos de la Juventud y la decimotercera Cumbre del G20 ambos en el 2018, siendo solo la Exposición Internacional del Centenario de 1910 el único evento estéticamente superior a todos. Otros eventos, como la entrada triunfal de Urquiza tras derrotar a Rosas en Caseros, carecen de elementos que les permitan ingresar a esta enumeración. Nuestra nación no se caracterizó demasiado por estetizar correctamente su historia, sino más bien que toda ésta pasó por procesos estéticos de manera casi accidental. Sólo la Exposición del Centenario fue el único evento específicamente planificado, organizado y ejecutado para ser un producto estético que lo sitúa en su posición de privilegio.

En 1898, el Presidente Julio A. Roca inauguraría lo que sería el primer ensayo de esta exposición, en lo que se llamó la Exposición Nacional de 1898. Su objetivo era mostrar los logros de la Nación en todos los ámbitos posibles, tras la catástrofe económica que supuso la Crisis de 1890. Los fondos del evento irían destinados al Patronato de la Infancia, y la concurrencia se ocupó de que dichos fondos no fueran ínfimos, pues la concurrencia fue notable. La sede de esta exposición no fue otra que el Pabellón Argentino de la Plaza San Martín.

pabellon_ni.jpgEl Pabellón Argentino fue quizá uno de los mayores símbolos de la estética ecléctica en la arquitectura argentina y mundial. ©Gran Libro de la Fotografía Argentina

El Pabellón Argentino, una construcción monumental realizada por Albert Ballu —egresado de la École des Beaux-Arts y Gran Premio de Roma—, había sido el edificio más exitoso de la Exposición Universal de París de 1889, solo superado por la Torre Eiffel. Tras la clausura de la Exposición, el Pabellón volvió a la Argentina gracias a la voluntad del Intendente de Buenos Aires, Francisco Seeber, y se reconstruyó en los terrenos de la calle Arenales. Tras la Exposición del Centenario, donde funcionó como sede de la Exposición de Bellas Artes, mantendría su caracter cultural como Museo Municipal de Bellas Artes hasta la inauguración de su actual sede en la Avenida Libertador.

pabellon-04-05.jpgLa Plaza San Martín tras los festejos del Centenario, con el Monumento a San Martín finalizado y el Pabellón Argentino acondicionado como Museo de Bellas Artes. Nótese la ubicación del Hotel Plaza y de la Iglesia del Santísimo Sacramento.

Tras el moderado éxito de la Exposición de 1898, el Gobierno comenzó a organizar el próximo gran festejo que debía tener la nación dentro del marco de las principales potencias del mundo. Un festejo a la altura de una nación moderna, liberal y exitosa tenía que tener lugar, y consecuentemente la efeméride perfecta para esto era el Centenario de la Revolución de Mayo.

Hacia 1909, Buenos Aires era la octava ciudad del mundo, la primera más grande de América Latina, con una población de 1.2 millones de habitantes. Se encontraba en el punto más alto de su proceso inmigratorio de europeos, y comenzando a mostrar su progreso económico tanto en el plano mundial como el nacional. Este progreso tanto económico como social, la relevancia en la inserción mundial de la Argentina y el constante vaivén de eventos culturales crearía, principalmente en Buenos Aires, una cepa de multiculturalismo que llevaría a la nación a estar al día con las principales tendencias —tanto sociales como políticas— de Europa y Estados Unidos, y que provocarían, por ejemplo, la sanción de la Ley Sáenz Peña en 1912 o la primera Ley de Derechos de Autor (ésta última, tras suceder un incidente con el francés Georges Clemenceau quien vio que una obra de teatro de su autoría estaba siendo reproducida totalmente sin su autorización durante los festejos del Centenario).

4d5a203ef4707fc41b26f69b7aa07e16Desfile conmemorativo del 25 de mayo de 1910

Fue notable la organización llevada a cabo por Manuel Güiraldes, entonces Intendente de Buenos Aires. Siguió los trabajos previos de sus antecesores de embellecer bajo un mismo canon estético los espacios públicos de la ciudad, y él mismo impulsó la promoción de estos trabajos, como el Plan Bouvard —impulsado por el Intendente Alvear y consistente en la apertura de diagonales y avenidas de mayor ancho al estilo Haussmann, bajo el diseño de Joseph Antonie Bouvard quién también elaboró los planos de la Exposición del Centenario— o la elaboración de un Plano Definitivo de la Ciudad de Buenos Aires. En 1908, inauguró él mismo el Teatro Colón, epicentro de los eventos culturales del continente, y el Hotel Plaza, el cual sería en sí mismo también epicentro pero de los eventos sociales del Centenario. Hacia 1910, las inauguraciones de edificios y espacios públicos eran incontables. Afortunadamente, muchos de éstos sobrevivieron al día de hoy. Los más relevantes fueron el Palacio de Justicia, la Plaza del Congreso, el Aeródromo Nacional de Villa Lugano, el Parque Centenario, el Hospital Durand y la misma Exposición Internacional del Centenario, de cuyos festejos de inauguración se encargó de financiar él mismo. El financiamiento del resto de la exposición corrió por cuenta de la Sociedad Rural Argentina y de la Unión Industrial Argentina, entre otras sociedades privadas nacionales, bajo la total libertad otorgada por el Estado, el cual solo se limitó a permitir la concesión de los terrenos para el emplazamiento de los pabellones y de eventuales demostraciones públicas.

Tras años y meses de meticulosa organización, la Exposición Internacional del Centenario fue inaugurada por el Presidente José Figueroa Alcorta el 21 de mayo de 1910, con la presencia de toda la población de la ciudad de Buenos Aires —tanto aristócratas como obreros—, así como de visitantes de ciudades del interior, diplomáticos extranjeros y personajes ilustres. La más conocida de éstos es la Infanta Isabel de Borbón, tía del Rey Alfonso XIII de España, pero Su Alteza no fue la única persona célebre en asistir a los festejos, pues la acompañaron Ruben Darío, Jean Jaurès, Ramón del Valle Inclán e incluso Titta Ruffo, quien interpretó la ópera Rigoletto en el Teatro Colón el 24 de mayo.

DvNB6lnW0AIdfKT.jpgDistribución de los principales pabellones de la Exposición.

La Exposición se dividió en una organización dividida en:

  • Los Pabellones Nacionales: los más fastuosos y los principales de la exposición, dedicados a la Agricultura y Ganadería, la Higiene, los Ferrocarriles y Transportes Terrestres, las Bellas Artes y la Industria. En menor medida, fueron acompañados por pabellones dedicados a las provincias y a las compañías privadas nacionales.
  • Los Pabellones Internacionales: emplazados por los países participantes (más de veinte naciones) y que vinieron acompañados de monumentos y grupos escultóricos diseminados por la ciudad.

Pabellones Nacionales

Los pabellones principales de la Exposición se dedicaban a la publicidad de los principales ejes de la Nación, basados en la pujante Agricultura y Ganadería, la relevancia reciente de la Higiene en el desarrollo de hospitales y sanidad pública, el boom de los Ferrocarriles y los Transportes Terrestres, la importancia en la cultura de las Bellas Artes y una tímida Industria que asomaba como esbozo de un futuro progreso.

Pas1.jpgPlano de la Exposición de Ferrocarriles y Transportes Terrestres, la más exitosa de todos. ©CienciaHoy

El pabellón de la Agricultura y Ganadería se emplazó junto con la exposición de Transportes Terrestres en donde hoy se encuentran los terrenos de la Sociedad Rural Argentina, la Embajada de Estados Unidos y la Plaza Intendente Seeber, mientras que el de la Industria se ubicó en la actual Plaza Holanda de Palermo. El pabellón de Ferrocarriles se emplazó, por otro lado, sobre la Avenida Santa Fe y su intersección con la Avenida Intendente Bullrich, donde hoy se halla el Regimiento de Patricios, y estaba acompañado del único pabellón sobreviviente al día de hoy, el de Servicios Postales. La exposición de Higiene se encontraba en el barrio de Recoleta, en la intersección de la actual Avenida del Libertador y Tagle; y la exposición de Bellas Artes tuvo lugar en el nostálgico Pabellón Argentino emplazado en Retiro.

Expo_centenario_ferrocarriles_2.jpgIngreso a la Exposición de Ferrocarriles y Transportes Terrestres sobre la Avenida Arana (hoy Intendente Bullrich). Al fondo se aprecia el Pabellón de Servicios Postales, único sobreviviente al día de hoy.

Es de una relevancia imperante mencionar la importancia que tuvo para el desarrollo de la estética arquitectónica la proliferación de estos pabellones. No solo introdujo en el país, no solo de manera ideológica sino también material, la expansión de las vanguardias modernistas como el Jugendstil y el Art Nouveau, sino que consolidó la idea estética del Estado argentino, un concepto que le permitiría perpetuar un modelo liberal por décadas hasta el cambio estético que produjo el monumentalismo en los años 30 y despojado de toda su estructura como víctima del corporativismo de la Década Infame. Contribuyó además al ejercicio de dichas vanguardias en la ciudad y el país, pudiendo exprimir el eclecticismo en su máxima expresión y romper con la academia Beaux-Arts imperante en la región. Lamentablemente, esto duró poco pues el mismo germen del modernismo racionalista que atacó a los intelectuales de Europa inevitablemente contagió a la estética nacional, como hemos evidenciado en anteriores artículos.

Más allá de la arquitectura, la Exposición impulsó el desarrollo tecnológico y las inversiones tanto de capital extranjero como nacional en Argentina. La Exposición de Ferrocarriles incluía maquinaria jamás vista en el país, y que sirvió de modelo para la expansión de las redes ferroviarias y la creación del primer Subterráneo de América Latina en Buenos Aires. La Exposición de Higiene coincidió con el Congreso Internacional de Medicina e Higiene así como el Congreso Científico Internacional Americano donde coincidieron en presencia eminencias como el perito Moreno, Florentino Ameghino y Estanislao Zeballos.

DvNDZo5XgAAG3TK.jpgExposición Industrial: Pabellones de empresas partículares. Nótese el pabellón de Almidones Tigre en el centro del cuadro.

¿Es pretencioso afirmar que, bajo el discurso de que la estética arquitectónica moldea el éxito, progreso o fracaso de la habitabilidad de un edificio —o pabellón—, el éxito de esta Exposición se deba a su gran calidad estética? Puede ser, pero las evidencias convierten en pretencioso el decir que, valga la redundancia, esta afirmación puede ser pretenciosa en sí misma. En Arquitectura democrática: el modernismo como obstáculo para la equidad, vimos cómo la arquitectura moderna aplicada en una Exposición Internacional terminó por destruir una moral y una identidad, y también signó la peor catástrofe bélica del Siglo XX. La Exposición de 1937 solo sirvió, bajo un lenguaje modernista despojado de espíritu, para aumentar el ego de las naciones sin obtener resultados factibles a posteriori. La Exposición de 1910, solo dos décadas antes, aunque se doblegó ante el crecimiento del ego de las naciones participantes, sí produjo resultados materiales, culturales y sociales de gran relevancia (tanta, que perduró hasta hoy en día).

Pabellones Internacionales

De la Exposición Internacional del Centenario, participaron casi todas las naciones pujantes de la época así como los países vecinos a la República Argentina. Casi todos los países participantes no solo trajeron su propio pabellón para albergar sus exposiciones, sino que también, como cortesía, acompañaron la construcción urbana de Buenos Aires con el emplazamiento de monumentos y esculturas. El Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda regaló la Torre Monumental de Retiro; el Reino de España, el Monumento a la Carta Magna y las Cuatro Regiones Argentinas de Palermo (también llamado Monumento de los Españoles); el Reino de Italia, el polémico Monumento a Colón situado detrás de la Casa Rosada y ahora mudado frente al Aeroparque Jorge Newbery; el Imperio Alemán, el grupo escultórico ubicado en Plaza Alemania; el Imperio Austro-Húngaro, una Torre Meteorológica hoy situada en el Jardín Botánico; los Estados Unidos, una estatua de Washington hoy ubicada en el Parque Tres de Febrero.

pas11.jpgPabellón del Reino de Italia.

Sin embargo, los protagonistas del evento fueron los pabellones, los cuales fueron más que relevantes en la historia de la arquitectura y de su estética. Buenos Aires, hacia 1910, era una ciudad donde el Beaux-Arts predominaba sobre un barroco colonial considerado anticuado. Tras la llegada de esta exposición, las vanguardias modernistas comenzaron a emplazarse y enraizarse en el país. Así lo dice Ramón Gutierrez, cuando expone que «es interesante constatar que la gravitación de las propias colectividades europeas radicadas en nuestros países también pesa a la hora de diferenciarse y a la vez ratificar la prestancia de las propias vanguardias de su país de origen». El pabellón italiano, diseñado por Virginio Colombo y Mario Palanti, fue la última expresión italiana del Art Nouveau, desplazado por el modernismo fascista una década más tarde. El pabellón español, en lugar de tomar elementos tradicionales mozárabes o churriguerescos de moda en Madrid o Sevilla, adopta el modernismo catalán.

pas13.jpgPabellón del Imperio Alemán.

Es relevante y mi deber hacer notar esto como una característica notable de la Exposición. Esta fue la última Exposición Internacional en tener lugar en tiempos de relativa paz entre las naciones mundiales. La Gran Guerra no llegaría sino hasta cuatro años después, solo para ser superada por la Segunda Guerra Mundial unos lustros más tarde. No es coincidencia que esta Exposición sirviera como epítome estético de los nacionalismos europeos, pues ésta era la corriente ideológica en todo el continente. En contraste con los pabellones americanos y los argentinos, mucho más eclécticos y tradicionales, los pabellones europeos no solo destacaban por su esencia sino por su lenguaje estético único y vanguardista. Admirándolos, uno casi podría adivinar el progreso técnico de las naciones y la propia ideología de sus gobiernos: el pabellón alemán es duro, recto y casi arrogante frente a la sensibilidad del español; el pabellón austríaco compite con el alemán de manera casi bélica, prepotente y vulgar, mientras que el pabellón italiano se mantiene en sus límites estéticos intentando demostrar una neutralidad que no existe.


DSC_4418.JPGEl Pabellón del Servicio Postal, hacia febrero del 2019, se encuentra en un estado de abandono total, acrecentado conforme el paso del tiempo, olvidado detrás de un estacionamiento vehicular y bajo ningún tipo de acción por parte de su concesionario, la firma Cencosud, la cual se comprometió en su momento a restaurarlo. ©Juan I. Kinder

El Pabellón del Servicio Postal es el único remanente de la Exposición. El resto de los pabellones fue desmantelado, como preveía su planificación, y solo el Pabellón Argentino de París y el del Servicio Postal se mantuvieron emplazados en su lugar. Triste sería el final de ambos: el primero se encuentra actualmente en un estado de deplorable abandono y nula conservación, y el segundo fue desguazado y vendido como chatarra.

DSC_4425.JPGLa corrosión en la estructura de acero del hormigón armado, en exponencial estado de deterioro, se incrementa conforme el paso del tiempo debido a su exposición a los agentes externos. Las grietas en la mampostería, el permiso a la vegetación silvestre de invadirlo, la proliferación de roedores en su interior y los superficiales remiendos no hacen más que vaticinar un futuro colapso de la estructura. ©Juan I. Kinder

Aunque es propiedad del Estado —y por ende, propiedad pública— su acceso se encuentra bajo estricta vigilancia de una empresa privada de seguridad contratada por Cencosud desde 1996, cuando el terreno fue cedido por el Ejército Argentino al shopping donde hoy se encuentra. En 2014, el Ejército denunció a la empresa chilena por no cumplir con el requisito de restaurar la pieza arquitectónica establecido como condición al momento de la concesión. El acceder al único pabellón sobreviviente se convierte en el recuerdo de una travesura infantil, y siquiera el mirar al pabellón desde el estacionamiento vehicular es considerado un delito que obliga a los empleados de seguridad a escoltar a uno hasta la salida, por más que su carácter estatal ampare a cualquiera a fotografiarlo según la ley 11723. Aunque fue declarada Monumento Histórico Nacional en el 2010, la estructura de hormigón, hierro y cristal no recibió ningún tipo de puesta en valor; su acceso —el cual debería ser de carácter público— se encuentra totalmente restringido; y el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires se acordó de su existencia recién el año pasado, cuando se propuso la restauración del pabellón y su uso para actividades culturales como un nuevo espacio público, lo cual ha suscitado polémica —como siempre— y rechazo por parte de sectores que temen una inexistente e inviable especulación inmobiliaria en el sitio.

Así como el Teatro Colón se mantuvo «como un atlante que sostuvo a lo largo de un siglo la supremacía cultural» y hoy es la memoria de lo que supimos ser, el Pabellón también nos recuerda nuestra identidad y las acciones que ha tomado la historia en nuestro país para con los ideales del progreso, la libertad y la cultura. Por culpa de un detrimento cultural causado por el peronismo o por culpa de un deterioro social o estético causado por el modernismo racionalista, el Pabellón del Centenario —entonces el más modesto, hoy el más fastuoso pues es el único que tiene el honor de ser nombrado de esta manera— es también un símbolo de nuestra sociedad y su deterioro es nuestro deterioro. Su abandono es nuestro abandono. Es el resumen material de lo que pasó cuando Argentina dejó de priorizar su progreso para abrazar un ideal fascista y corrupto. Sabemos que no es el único vestigio material de este proceso, pero esperemos que no sea una acción que continúe perpetuándose en nuestra historia y nuestro futuro.

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